Cuatro patas, ladra y mueve la cola
En el contexto actual de la Argentina (y del mundo) hay palabras que se teme pronunciar: fascista, nazi, psicótico, chiflado. Por un uso correcto del lenguaje para un uso correcto de la vida.
Una vieja frase indica que si algo tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola, podemos llamarlo como queramos, pero en definitiva es un perro. Parte de las maravillas del lenguaje es que un simple concepto, la unión de determinadas letras para conformar una palabra, dirigen en forma automática a una idea que representa en forma fehaciente algo concreto, y que eso concreto a su vez posee una carga valorativa y una historia determinada.
Si se relevan los medios de comunicación desde la asunción a la presidencia de Javier Milei hasta hoy, llama poderosamente la atención la ausencia casi absoluta de palabras atinadas para describir el contexto. Se trata, por cierto, de palabras fuertes, con connotaciones importantes. Pero eso no significa que por esas implicancias no se puedan mencionar. Vamos a un par de ejemplos.
1. Fascista/Nazi
El fascismo y, sobre todo el nazismo, poseen la virtud de haber encarnado todo lo que la humanidad jamás debió atreverse a hacer. Una serie de decisiones no solo polémicas sino literalmente monstruosas, ajenas a la condición humana donde impera (o debería imperar) la empatía.
Hay una obra particularmente recomendable: Síndrome 1933, de Siegmund Ginzberg. En el notable libro, el autor se dedica a demarcar una serie de hechos y prácticas que, en forma consecutiva, dieron origen al nazismo. Y, al leerlo, se hace evidente que prácticamente todo eso se está repitiendo en el presente argentino. La gran pregunta es si esa reiteración de las causas derivará en la reiteración de las consecuencias.
La respuesta a esa pregunta es: probablemente no. Alemania era un país con historia y una posición geográfica central, Argentina es, por así decirlo, un país pedorro en el culo del mundo. Cuando hubo campos de concentración en Argentina (que se llamaron centros clandestinos de detención), los asesinados fueron decenas de miles; cuando lo mismo hicieron los alemanes, generó millones de muertos. Tampoco es probable que Argentina decida invadir Uruguay con Luis Petri dándole órdenes al ejército que lo desprecia por los rumores de mariposón.
Sin embargo, una diferencia de escala no implica una diferencia de concepto. Un ejemplo: un cáncer es un cáncer, ya sea diminuto o abarque varios órganos, ya sea tratable o una condena a muerte. Dentro de los conceptos hay intensidades, y más allá de los conceptos están las consecuencias. Pero más allá de esa intensidades, está el concepto. Es decir, si voy al médico y me dice “mire, Diego, usted tiene cáncer, pero quédese tranquilo que es un cáncer muy pequeño de piel, no va a haber ningún problema en curarlo”, lo cierto es que lo único que estaré en condiciones de escuchar será “mire, Diego, usted tiene cáncer” para luego autotorturarme con todas las posibles consecuencias.
A lo largo de su mandato, Javier Milei y los energúmenos que lo rodean han dado sobradas muestras de su autoritarismo: a) envío de leyes imposibles de tratar en el Congreso para poder decir que el Congreso no funciona; b) sanción de decretos de necesidad y urgencia que no poseen necesidad ni urgencia, son tan solo artimañas anticonstitucionales para evitar el paso por el Congreso donde están las fuerzas opositoras; c) destrucción constante del corpus institucional que se construyó por consenso desde el regreso de la democracia; d) violencia contra las minorías y todo aquel que se cruce en el camino del psicótico cruel; e) generación constante de información falsa para confundir a la población; f) nombramiento irregular de jueces de la Corte Suprema; g) búsqueda de endeudamiento ilegal, por fuera de la constitución, que como exige que sea aprobado por el congreso (se desprende que por mayoría simple), lo envía como decreto para que necesite ser rechazado por dos tercios del congreso; h) carecer de presupuesto para que no haya consenso social ni posibilidad de control en la ejecución de gastos; i) incitación a los seguidores para ejercer violencia contra los enemigos. Y la lista podría seguir.
El nazismo tuvo los campos de concentración, pero eso no significa que el nazismo sea los campos de concentración. Es decir, el nazismo es un fenómeno complejo que tuvo un desarrollo y, en su apoteosis, generó millones de muertos con la “solución final”. Lo que intento decir es que el nazismo es una línea y no un fragmento de esta. En términos de estructura dramática, tuvo introducción, nudo y desenlace.
El gobierno de Javier Milei, en ese sentido, ya completó holgadamente la introducción, y ha avanzado bastante en el nudo. ¿Eso permite calificarlo de nazi o de fascista? La pertinencia científica resulta irrelevante. Justamente el uso de esos conceptos lo que genera es un alerta para intentar que no se profundice en el proceso.
Lo que intento decir es que llamar nazi o fascista a Milei o a su gobierno es necesario para impedir que termine de concretizar todo el proceso del nazismo o el fascismo. Volviendo al ejemplo del cáncer: si no se utiliza esa palabra que tiene consecuencia determinados tratamientos, el final será terrible. Lo mismo si, por prudencia, por temor a ser desmentidos, no usamos las palabras fascista o nazi para referirnos a Javier Milei o a Donald Trump.
Lo son. La intensidad y gravedad con que vayan a serlo depende, entre otras cosas, de que los identifiquemos como lo que son. No hacerlo posee consecuencias mucho peores.
2. Psicótico/Chiflado/Loco de mierda
Si un presidente hace cosas locas que perjudican a la población a la que debe proteger, ¿resulta relevante si su perfil psiquiátrico responde exactamente al nombre de psicótico?
Si un presidente ve un perro en un sitio donde no hay un perro sino un espacio vacío, y más aún, si establece conversaciones con ese shakespeariano perro fantasmal, ¿resulta relevante si un profesional de la psiquiatría indica “sí, hermano, no queda otra, es psicótico”?
Si un presidente establece un pensamiento aparentemente lógico que indica que si un matrimonio gay abusó de sus hijos eso significa que todos los homosexuales son pederastas, ¿resulta necesaria la opinión psiquiátrica para calificarlo de psicótico?
Lo que intento decir es que resulta irrelevante si Milei es o no, desde el punto de vista estrictamente técnico, psicótico. Lo importante es que si se consulta a psiquiatras por sus actitudes, las opiniones están divididas: cerca del 50% lo consideran psicótico, otros un paranoico grave, y la lista de nombres de patologías podría continuar.
El problema es que hay dos preguntas encadenadas: ¿es psicótico? y ¿puede seguir siendo presidente un psicótico?
Uno de los mejores amigos que tuve (ya falleció), estaba bastante chapita. Era inteligentísimo, un lector de privilegio, amante de la literatura en todas sus formas, carente de prejuicios, pero tendía a ver complots en su contra con una frecuencia alarmante. O hilarante, ya que cuando me lo contaba yo, para desdramatizar y porque lo quería muchísimo, lo transformaba en algo (aún) más absurdo para llegar al ridículo, la comedia, y terminar los dos riéndonos de lo que acababa de contar. Pero, un rato después, volvía a pensar en eso, y muchas veces esas ideas no lo dejaban dormir. La llegada de la pandemia disparó su paranoia a niveles estratosféricos, veía comportamientos “extraños” (léase coordinados, y coordinados en su contra) en los vecinos del edificio. En fin. Se murió (de cáncer, no de un complot). Lo extraño mucho, muchísimo. Porque si bien estaba un poco chiflado, era un ser tremendamente generoso, divertido, que ayudaba a los demás y creía en eso. Digo, estaba loco y era un buen tipo. No sé si el término que le correspondía era psicótico, no creo, pero lo cierto es que era irrelevante. Porque, justamente, era una gran persona.
Javier Milei es el opuesto. Ve complots, habla con perros muertos, para explicar economía o política posee una llamativa tendencia a hacer comparaciones con la pedofilia y/o formas sadomasoquistas de la homosexualidad, la forma en la que pronuncia las palabras advierte que rato antes se tragó la mitad de una farmacia (de los medicamentos que hay que presentar receta doble). Más allá de la psiquiatría, desde el punto de vista del habla popular le faltan caramelos en el frasco. Pero lo más importante es que, rotundamente, es un tremendo hijo de puta que busca generar daño en los demás.
Lo que intento decir es que el debate técnico acerca de la palabra psicótico es irrelevante. Lo que importa es que está loco. Puede que no tanto como para que tengan que internarlo en un manicomio (otra palabra que se teme pronunciar), pero definitivamente no está en condiciones de ejercer la presidencia de la nación.
Existe la posibilidad legal de removerlo, y el Congreso debería ejercer ese derecho con urgencia. ¿La causa? Pueden poner psicótico, o loco de mierda. Da lo mismo. Lo importante es que se vaya cuanto antes, porque cuanto más tiempo pasa en el sillón de Rivadavia, más gente se ve perjudicada y más instituciones son desmanteladas. Ya la reconstrucción de un estado de bienestar luego del paso de este energúmeno por el poder será una tarea titánica. Si le permiten hacer daño durante más tiempo, será imposible.